La ventilación de espacios cerrados tiene un impacto directo y significativo en la salud humana, tanto a corto como a largo plazo. Un aire interior de mala calidad puede favorecer la propagación de enfermedades, afectar la función cognitiva y agravar condiciones respiratorias.
Reducción de enfermedades respiratorias
Una buena ventilación reduce la concentración de virus, bacterias y alérgenos en el aire.
Previene enfermedades como:
- Gripe.
- COVID-19.
- Tuberculosis.
- Resfriados comunes.
- Asma y alergias.
En espacios mal ventilados se acumulan contaminantes como:
- CO₂ (dióxido de carbono): causa fatiga, dolor de cabeza, somnolencia.
- Compuestos orgánicos volátiles (COV): presentes en productos de limpieza, pinturas, muebles.
- Humo de tabaco o de cocina.
- Monóxido de carbono (en casos extremos): puede ser mortal.
Mejora de la función cognitiva: Estudios han demostrado que una buena calidad del aire mejora:
Una buena ventilación reduce la concentración de virus, bacterias y alérgenos en el aire.
El rendimiento laboral o académico.
La toma de decisiones.
Control de la humedad y moho: Ventilar reduce la humedad y evita la formación de moho, que puede causar o agravar:
Asma.
Rinitis alérgica.
Infecciones respiratorias.
Mejor salud mental y bienestar
Aire fresco y buena ventilación ayudan a mejorar el estado de ánimo y reducir el estrés.
Menor sensación de encierro y mayor confort térmico.
Recomendaciones para ventilar en otoño
Ventilación cruzada, abrir ventanas y puertas en lados opuestos del espacio durante 5-10 minutos cada hora. Este tipo de ventilación renueva rápidamente el aire sin enfriar demasiado la habitación.
La ventilación parcial (una sola ventana abierta) no genera flujo de aire suficiente. Busca corrientes de aire natural (ventanas enfrentadas o diagonales).
No es necesario apagar la calefacción al ventilar.
Es preferible ventilar brevemente, pero de forma intensa, para evitar pérdida de calor prolongada.